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Procesos Creativos

Una vida llena de sueños, magia y arte

Por Melva Medina

El paseo dominical resultaba intenso pero divertido y en ocasiones lleno de sorpresas. Siete de la mañana, el domingo exigía levantarse temprano para acomodar los cuadros en un par de diablitos que podían llevar unas cuantas docenas de pinturas, grabados y esculturas. Debíamos ser cautelosos desde la fabricación de nuestras obras de arte; el elevador lo pedía. Y es que, viviendo en un 5to Piso en donde la única forma de subir y bajar con carga era un elevador con capacidad para 8 personas bien ajustaditas, solo debíamos tomar en cuenta la medida de la puerta para poder acceder con nuestra carga dominical con facilidad para emprender la travesía hacia el jardín del arte.

Bajando del edificio, nos encontrábamos en Insurgentes Centro, que era una de las avenidas más transitadas de la ciudad de México, sólo dábamos vuelta a la esquina y nos encontrábamos en una hermosa calle llena de grandes árboles y hermosas casas victorianas estilo francés. Sadi Carnot era el nombre de aquella señorial calle, en la colonia San Rafaél, una de las más prestigiadas de la época del Porfiriato.

Así cada domingo en el parque de Sullivan, ubicado en la misma colonia, nos dábamos cita mas de 700 pintores y escultores.

En aquellos tiempos, durante los años 80s, resultaba muy enriquecedora la experiencia, podíamos tener contacto con gran diversidad de públicos. Algunos nos visitaban como un mero pretexto de paseo familiar, que servía para el recreo, combinado con paseo de perros y niños que aprovechaban el uso de “resbaladillas” y “sube-y-baja”.

Otros paseantes, definitivamente buscaban una forma de llevar algún objeto para decorar sus casas. Y, entre tantos visitantes, llegábamos a conectar a verdaderos coleccionistas y personas muy interesadas que solían tomarnos en serio, y apostaban a nuestras carreras como creadores.

Duramos varios años haciendo este recorrido, toda la semana hacíamos nuestra producción tanto en pintura como en gráfica y escultura; y el domingo paseábamos las piezas para exhibirlas entre días soleados, algunos ventarrones y chubascos repentinos. Cada domingo, con mucho entusiasmo recorríamos ese camino, nuestra hermosa calle arbolada, en un ambiente callado y fresco y la esperanza de vender algo que nos permitiera continuar con nuestro afanoso capricho creativo.

En esa calle había una casa muy bella con cuatro balcones de cantera, techos de doble altura, frisos de yesería con rosetones en los techos de cielo raso y ventanales con doble puerta estilo Art Nouveau. Un gran portón de madera y un escudo de familia tallado en cantera en el remate frontal del diseño del edificio. Esa era mi casa favorita del recorrido. Y cada día que pasábamos enfrente le pedía al universo por esa casa… la casa de mis sueños…

¡¡¡Chapis, compremos esta casa!!! Era mi frase cada ocho días… Chapis, Cómprame esta casa… Chapis, yo quiero esta casa… Esta casa será mía…

Años pasando y años repitiendo esas frases, hasta que un día, apareció un letrero que decía: “SE VENDE DEPARTAMENTO”.

Algún tipo listo se le ocurrió derrumbar la parte interior de la casona y la fraccionó en pequeños departamentos de interés social. Cuando descubrimos esto, tuvimos un sentimiento de frustración pues la casona completa debió haber sido una joya y el haberla derrumbado fue realmente un crimen.

Sin embargo, la parte frontal de la casa había sido rescatada por el INAH antes de haberse demolido en su totalidad y se conservaban intactos los detalles de una buena parte del edificio, la cual seguía siendo maravillosa.

El departamento que se vendía en aquel momento, fue comprado por otra persona, era un departamento chiquito en la parte posterior del predio. Realmente no me gusto. Un año después, siguiendo con mis deseos de obtener ese precioso predio, por la parte del frente, lo cual sonaba menos imposible que el hecho de adquirir toda la casona, seguí pidiendo por ello y, de repente se puso un anuncio que decía “SE VENDE ESTE DEPARTAMENTO”…

La emoción nos invadió, un poco a lo loco, pues realmente nuestros gastos iban al día y no teníamos dinero para comprar ni un departamento chiquitín.

Ese mismo domingo, yo había puesto mis caballetes con un nuevo lote de grabados que había realizado en la academia de San Carlos, y un personaje elegante y muy serio me abordó dándome una tarjeta para que yo lo fuera a visitar a su oficina pues le había gustado mucho mi trabajo.

El lunes siguiente me puse guapa y lo fui a visitar. ¡Que sorpresa!… Era el presidente del Grupo ASEMEX BANPAIS, la institución que manejaba el dinero en México en esos tiempos. Me pidió mi obra para remodelar la decoración de oficinas y sucursales bancarias de toda la Ciudad de México, de Aguascalientes, Estado de México y Guadalajara. En ese momento, mi inocencia y entusiasmo me hizo comprometerme a un trabajo titánico.

En equipo con Abel, logramos hacer un taller de producción intensiva para cumplir con mi cliente. Era tal la cantidad de trabajo, que se tuvo que diversificar la producción, mis diseños resultaron ser insuficientes, Abel aprendiendo la técnica en la marcha, y me ayudó a complementar los pedidos con sus diseños.

En una de mis entregas, entrevistándome con mi jefe para liquidar algunas cuentas, él me preguntó: ¿Oye niña, estás esperando bebé?, y yo le respondí si; debo haber tenido unos 5 meses de embarazo. En ese momento vivíamos en nuestro pequeño departamento en Insurgentes Centro, en donde trabajábamos y vivíamos. De inmediato me mandó con las personas que otorgaban los créditos para los trabajadores del banco y me dio instrucciones de buscar un lugar para hacer efectivo mi crédito.

De inmediato fui a buscar a la persona que vendía la casa de mis sueños y se hizo el trato a las pocas semanas. En menos de tres meses fuimos dueños de aquel sueño. Dos días antes de dar a luz a mi pequeña Meztli, llegamos a habitar ese lugar, con una cama, un antecomedor, un mueble en donde teníamos colocado un microondas y muchos cuadros que decoraban nuestros muros, dando a nuestro nuevo hogar un toque cálido y lleno de arte. La casa era realmente linda y grande, ideal para criar a mis dos hijas.

Disfrutamos de este lugar por 10 años, justo antes de descubrir nuestra actual residencia en esta hermosa Mérida.